Trabajo desde un enfoque integrador, lo que significa que no me limito a un solo método, sino que adapto las herramientas a lo que realmente necesitas en tu caso.

La base es la terapia cognitivo-conductual, que nos ayuda a entender cómo lo que piensas, sientes y haces está conectado. Para empezar, realizo un análisis funcional, es decir, un mapa de cómo se dan tus problemas en tu día a día: qué los activa, qué los mantiene y qué consecuencias tienen. Esto es clave porque cada persona es única, y así podemos encontrar la forma más adecuada de ayudarte.

Además, utilizo recursos de la Terapia de Aceptación y Compromiso (ACT), que nos enseña a soltar la lucha contra pensamientos y emociones difíciles, para enfocarnos en lo que de verdad importa en tu vida.

Cuando es necesario, también aplico EMDR, una técnica muy eficaz para trabajar experiencias pasadas que siguen generando emociones desagradables, ayudando a que pierdan intensidad y dejen espacio para el camino hacia tu bienestar.

Para mí es fundamental que el proceso terapéutico sea un trabajo en equipo. Todas las decisiones que tomemos —desde los objetivos hasta las técnicas que utilicemos— serán siempre acordadas entre tú y yo. De esta forma, tendrás un papel activo en tu propio proceso y podremos avanzar de manera respetuosa, colaborativa y adaptada a lo que realmente necesites.

En resumen, combino distintas herramientas para que el proceso sea personalizado, cercano y realmente útil, siempre partiendo de tu historia y tu forma única de vivir las cosas.

Cómo trabajo